lunes, 23 de noviembre de 2009

23 de NOVIEMBRE

A lo largo de nuestra vida, todos marcamos nuestras fechas más especiales en el calendario. Año tras año, las recordamos y festejamos con la intensidad que determinados acontecimientos producen en nuestro recuerdo y sentimientos.

En mi caso, el día de hoy ha pasado a ser desde hace un año, una de esas fechas imborrables y sobre todo única, con un fondo que le distingue de cualquier otra que pueda disfrutar. Celebro, sin poder celebrar, algo que debería llevar veintinueve años festejando como uno de los días más felices de mi existencia.

Más la vida, en ocasiones, provoca en alguno de sus seres una ceguera que, en mi caso,  me ha sumido en veintiocho años de una oscuridad absoluta, incapaz de tener la más mínima intuición, sensatez o acierto a encender una pequeña luz, buscar una rendija que propiciara un destello en el túnel de mi alma, un pequeño impulso que me lanzase fuera de la densa niebla que en nuestra juventud nos aisla muy fácilmente del sentido de la responsabilidad.

Pero seguí mi camino por la vida con una parte de mis circuitos vitales desconectados del resto, con la falsa sensación que tanto tardé en descubrir, de que mi ser estaba íntegro y mi yo a salvo de cualquier deuda moral. Ahora es cuando me doy cuenta del doble sentido de la vida errante que he llevado, la de quien camina de un sitio a otro sin tener un lugar fijo pero también de la de quien yerra.

Aún así la vida quiso regalarme mi gran día, y una brillante estrella atravesó esa densa niebla y tras adoptar forma de mujer me invitó a abrazarla. Ese abrazo que ya nunca podré ni quiero dejar de sentirlo fue como un gran espectáculo de fuegos artificiales que proyectaron en el cielo las más bellas figuras e iluminaron mi noche, mi oscuridad, con el mayor de los brillos imaginables.

Al mismo tiempo, esa misma vida que me regaló tamaño espectáculo me devolvió a la realidad no deseada, a ese oscuro túnel que atraviesa el alma y desemboca en el corazón, porque del corazón no dejaré que pase, mientras busco la rendija por la que asomarme para que pueda ver de nuevo esa estrella y pedirle que se quede para siempre.

Hoy es tu gran día, muchas felicidades hija mía.



4 comentarios:

txus dijo...

Buen dia moncho.............
Escribe por escribir, deja salir a tu alma. Permítela que vuele libre viendo un poco más allá. A mí también me gusta escribir porque con ello dejo hablar a mi corazón.
Por cierto muy bonito oir a tu corazón en este escrito. En el escribir sacamos toda esa belleza que albergamos en nuestro interior.Un abrazote

MONCHO dijo...

Espero que algún día me enseñes como hacer que mi cabeza funcione en armonía con mi alma. Creo que es uno de los grandes secretos de la felicidad.
Un abrazo.

txus dijo...

Estás dejando hablar a tu alma. Cuando escribes, te encuentras en armonía con el universo.Lo que llevas dentro y lo que observas fuera, se vuelven uno. ¿Porqué si no tanta gente nos volvemos adictas a escribir?Los fantasmas que nuestra mente crea, se difuminan frente a esa luz tan bella que en nuestro interior alberga.

MONCHO dijo...

De momento me tengo que conformar con escrbir intentando devolver esa armonía a mi interior.
Me siento superado por el ruído exterior y puede que consciente o inconscientemente esto es mi intento de volver al "eterno retorno" que predicaba Zaratustra.