Después
de tres años he vuelto a este blog, a este rincón silencioso que se había
quedado dormido al lado de sonoros mensajes revolucionarios, en medio de esta
algarabía que nos vuelve rebeldes y que la necesitamos para impedir que nos
sigan hurtando nuestros derechos y hasta nuestras propias vidas.
Al
volver aquí, no sé si me reconozco, si vuelvo siendo el mismo o lo que quería
dar a entender en esos momentos. Tres años no nos cambian, pero si nos van llenando
de nuevos matices. Las circunstancias, los momentos vividos, van sacando a la
luz partes de nosotros mismos que ya creíamos convenientemente aparcadas,
engañosamente adormecidas en ese sueño perturbador en el que muchas veces se
sumerge el destino.
Nuestro
tiempo tiene más que ver con lo abstracto que con el continuo e insoportable
giro de las manecillas del reloj. Hoy mi tiempo me vuelve hasta ese 23 de noviembre desde donde
parte este blog. Me agarro a ese largo abrazo del que no quiero desprenderme.
Cierro los ojos y vuelve esa misma sensación de absoluta felicidad, ese momento
que tanto me emociona, que tanto me hace sufrir.
Me
siento como un ser amputado a quien le falta un trozo del alma. Una persona que
necesita del abrazo de cualquiera, de todos, de nadie… Abrazos que taponen esa herida de la que no deja de manar agua y
sales que no llegan a cristalizar. Esos abrazos amigos, desinteresados,
sinceros, sencillos, sentidos, cordiales o hasta insípidos.
Si
lograra vencer esta mezcla de timidez, vergüenza o el mal llamado sentido del ridículo, me plantaría en medio de la calle con una pancarta de “abrazos gratis” y
aguardaría paciente hasta recibir el primero de ellos.
Se
dice que necesitamos cuatro abrazos al día para sobrevivir, ocho para
mantenernos y doce para crecer. Y es que ningún abrazo sobra, todos tienen ese
algo especial que nos da aliento y energía. Abrazos que nos unen en el
sufrimiento y nos emocionan. Abrazos cariñosos que aceleran los latidos de
nuestro corazón y que a la vez son capaces de detener el tiempo. Agradecidos
abrazos que nos reafirman en una amistad sincera llena de complicidad. Abrazos que abrazan la alegría.
Abrazos… abrazos…
Las
personas necesitamos cercanía, sentir el contacto físico con nuestros
semejantes y afianzar nuestra humanidad. Muchas veces los prejuicios o la misma
timidez echan a perder este bálsamo mágico capaz de alargar nuestra vida y
sobre todo llenarnos de felicidad y de los más humanos sentimientos.
Os mando el más grande de los abrazos
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